martes, 16 de febrero de 2016

Rutina

Otra vez suena la maldita sirena. Las cuatro de la mañana. No puedo mover ni un músculo del cuerpo, aunque casi no me queda cuerpo que mover. Estos huesos que se adivinan desde fuera ya no son esqueleto de nada, solo esperan a que los abrace la tierra, y descansar.