miércoles, 20 de enero de 2010

EL PASEO

Cansado de tantos sueños y vagas realidades,
camino con paso intranquilo,
por las desoladas calles de la ciudad de mi alma.


Recorro los oscuros callejones de mi mente,
y cada una de estas apartadas moradas del miedo
me parece más fría, sucia y... acogedora.

Me aparto, con descontrolada furia, 
de la gran avenida,
continuamente transitada por miles
y miles de pensamientos que,
como ahora yo,
no tienen un destino prefijado, seguido.

Me alejo de los grandes pensamientos para,
en las pequeñas callejas,
disfrutar del paso acelerado y poco usual
de los deseos que me sustentan y reviven.

Los vanos afanes y los inútiles sueños
pasan ahora por mi lado,
y adoptan el cómico aspecto de ratones de colores
que son perseguidos por la realidad,
convertida en un gran gato negro,
cuyas voraces fauces están a punto de tragarme,
mientras trato de alcanzar,
con una prisa que me asusta,
unos ratones de colores,
convertidos en mi mente
en fuertes afanes y grandes sueños.

martes, 5 de enero de 2010

EL REY DE MI CASA

No, el título de esta entrada no es el último eslogan de Ikea, aunque pudiera serlo.

Y es que este año, por primera vez, voy a tomarme uno de los vasitos de anís, y a comerme uno de los mantecados que en mi casa dejemos para los Reyes de Oriente.

Por primera vez llevaré capa y corona real, montaré a lomos de camellos y caballos rápidos como el viento.

Por primera vez mis alforjas contendrán regalos mágicos que ilusionarán a un niño, el mio; y, por primera vez, me ilusionaré al ver sus ojos el día de reyes.

Llenaré sus minizapatillas de caramelos, sabiendo que su pequeño cuerpo aún no puede comerlos. Inflaré docenas de globos, de decenas de colores, casi más por mí disfrute que por el suyo.

Cambiaré, por primera vez, de bando. Seré el esperado, en lugar del que espera. Seré el soñado, al mismo tiempo que el que sueña.

Por primera vez voy a ser el Rey de mi casa.

sábado, 2 de enero de 2010

¿CRISIS?

Esta mañana, y tras ver el sol después de casi dos semanas de diluvio, nos hemos dicho: "vamos a dar una vuelta aprovechando el buen día que hace..." Como no puede ser de otra forma, esa frase en mi familia significa realmente: "Tengo que hacer unas compras de última hora, vamos al centro o al Ikea (uy, se me escapó la publicidad)..."

Pues allí que nos encaminamos a eso de las 12 de la mañana. Como hacía tan buen día nos hemos ido andando al centro(que como paseo no está mal, pero claro, luego hay que volver, y eso no se piensa a la ida...), dando lo que en Andalucía se conoce como “un paseíto” (para los foráneos 7 horas de leña en el lomo).

Lo cierto es que a mí también me faltaban algún que otro regalo, así que iba pensando de camino: bueno, al menos voy a rematar la faena y me voy a quitar ya todo del medio. Me iba hasta ilusionando, ya me veía como un triunfador, con todas las dádivas adquiridas en un tiempo récord, tapeando tranquilamente con una cervecita en la mano en Casa La Viuda o en El Serranito, y disfrutando de un día tranquilo en familia rodeado por un marco tan inigualable como es el centro de nuestra tan mariana ciudad.

Lo que no se me había ocurrido, craso error, es que todo esto mismo estaba pasando por la cabeza de los otros casi 800000 habitantes de esta Híspalis romana.

La ciudad, otrora preciosa y acogedora, romana y mora, se ha tornado una jungla de bestias salvajes, feroces criaturas, armadas con decenas de bolsas (doradas y plateadas de El Corte Inglés sobre todo), que no dudan es esgrimir para abrirse paso a través del mar de corazones apostados en calles tan entrañables como Sierpes o Velázquez.

Entrar en cualquier tienda es toda una odisea, en la que no sabes a ciencia cierta que vas a encontrarte al traspasar el portal de entrada. Hasta aquí, la situación se controla más o menos, pero todo se dispara cuando de lo que se trata es de satisfacer una primera necesidad, como es comer…

Yo, gracias a los años de entrenamiento y sufrimiento, he desarrollado un sexto sentido para saber en que momento hay que tocar retirada y buscar avituallamiento, escasos 5 minutos antes que el resto de la humanidad. Gracias a esta habilidad hemos podido encontrar un sitio bastante bueno en uno de los miles de bares asaltados hoy por “los hostiles”. No obstante, y parapetado convenientemente tras una cazuela de menudo y dos buenas jarras de cerveza he observado, cuan Félix Rodríguez, la cruel lucha del ser humano por alimentarse en extremas circunstancias. Y he podido comprobar, cuando de una mesa se trata para varios grupos de comensales, de lo que es capaz la raza a la que pertenecemos… Gritos, insultos, y empujones, más propios de seres que gruñen que de seres capaces de escribir “vamos a ver” en lugar de “vamos haber”.

Y es que, en estos tiempos de crisis, somos capaces de controlar nuestro espíritu consumista de forma casi mística. Que no hay dinero, pues se deja de comer de lunes a viernes, pero eso sí, las compras de navidad las seguimos haciendo en El Corte Inglés, y sábados y domingos a acabar con las existencias de todos los bares de la ciudad. No nos hablamos con la mitad de la familia durante todo el año (que la gasolina y el teléfono se han puesto por las nubes), pero en estas fechas les hacemos el regalo más grande que podamos pagar (a veces que incluso no se puede pagar), que no se vayan a pensar que estamos tiesos.

Y es que, estos días están llenos de magia, de amor, y de espiritualidad. Disculpad que me sonría.

Yo por mi parte, estoy decidiendo para comprarme un ordenador entre uno muy guapo y potente que cuesta 1750 euros y otro igual de guapo y potente, pero blanco, que he visto por 2300. En realidad no necesito ninguno de los dos, pero algo dentro de mí me impulsa a comprarlo, me hubiera gustado quedarme con el de 2300, pero compraré el otro, no se lo digais a nadie, pero es que estoy en crisis…